martes, 18 de marzo de 2008

Soñar, ahora (II)

Me pregunto por qué siempre que surge la oportuniad de pedir un deseo, de formular con palabras un sueño, pensamos que debe ser secreto... no se lo cuentes a nadie, acaba resonando en nuestra cabeza...

Con lo aventurados que somos con otras cosas (algunas que deberíamos guardar), y sin embargo, esas esperanzas, las convertimos en nuestro bien más preciado, y no somos capaces de confesárselas a nadie, tal vez porque nos sentimos tan tan avergonzados de desear...

4 comentarios:

Otilia dijo...

No es que nos sintamos avergonzados de soñar, es que no sentiríamos avergonzados de no conseguir nuestros sueños y que se sepa, por eso mejor callarlos

Mario Fizzio dijo...

¡ah!... pero... avergonzados si se cumplen, si no se cumplen... ¿o tal vez si quedan al aire nuestras verdaderas prioridades?, ¿que te parece?

Leo García-Jiménez dijo...

Siempre he tenido una pequeña superstición: los deseos contados terminan por no cumplirse.

Anónimo dijo...

Es cuestión de cuentos... cuántos cuentos populares no van de un protagonista que tiene un secreto que tiene que guardar si quiere conseguir un propósito... que al final se va de la lengua, y todo se complica mucho mucho o finalmente no tiene ni solución....???

Es el poder de los cuentos... o eso diría Jung